No-cosas de Byung-Chul Han

Banda sonora: In the woods, de Jambinai.

Un poco de post-rock fusionado con folk coreano.

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Hace unos meses, intrigado por lo mediático que es Byung-Chul Han, sucumbí a la lectura de su libro titulado No-cosas.

Sin saber mucho del filósofo y menos aún del libro me dejé llevar por dos motivos:

1 - El título: No-cosas.
Llevo mucho tiempo pensando que cada vez poseemos menos “cosas” y, mucho de lo que creemos nuestro, no lo es. No posees/tienes la foto de tu gato que aparece en tu móvil. Ésta desaparecería si ardiera la granja de servidores en la que está almacenada. Lo único realmente tuyo es la propiedad intelectual.

Nunca olvidaré una obra expuesta en el MACUF en la que el artista (desgraciadamente no recuerdo el nombre) atravesaba media Europa haciendo el mismo recorrido que sus datos en Facebook hasta llegar a la granja de servidores en la que se almacenaban.

La falacia del cloud.

Tenía curiosidad por saber si el libro, con ese título, trataba el tema de alguna manera.

Aunque no es así, sí he encontrado partes muy interesantes al respecto.

Por ejemplo en el capítulo “De la posesión a las experiencias“ que habla del concepto de posesión según el filósofo alemán Walter Benjamin (cita dentro de una cita):

El verdadero coleccionista es lo contrario del consumidor. Es un intérprete del destino, un fisonomista del mundo de las cosas: “Apenas las tiene en sus manos, parecen incitarle a contemplarlas en su lejanía.”

Tal vez los NFTs tienen éxito porque refuerzan la idea de posesión de un artefcto que existe para ser contemplado.

Por otra parte, según Byung-Chul Han, el no establecer una relación estable con un objeto nos impide poseerlo. El no tener experiencias vitales con él evita que sea nuestro.

Como los posts que fluyen en el stream de Instagram o de TikTok frente a una fotografía analógica de hace años de la que cuesta desprenderse.

2 - Conocer el estilo de un filósofo coreano que ha conseguido llegar a un público masivo en un mundo que vive pendiente de la inmediatez y el ahora.

El estilo es sencillo, frases cortas y una descripción de la realidad actual (a mi parecer) sin grandes pretensiones.

Sin duda, mucho más accesible que Baudrillard o Eco.


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Por otra parte me gustaría compartir algunas frases del libro que me hablaron, las cuales acompaño con breves pensamientos:

El arte se carga de información y discurso. Quiere instruir en vez de seducir.

Creo que en el arte contemporáneo hay una tendencia a que el artista abandone lo seductor y priorice lo analítico y la reinvidicación de sus líneas ideológicas. La belleza queda en desventaja frente a la utilidad de la obra como objeto de comunicación. Por poner un ejemplo, la Capilla Sixtina (por citar una obra monumental) es un ejercicio de información y discurso pero también de belleza y disfrute sensorial.

El utilitas frente al deleitas que tanto se trabaja en el Instituto Tramontana.

Busquemos el punto dulce en las cosas que diseñemos.

Heidegger se pone enfáticamente de parte del trabajo y la mano, como si hubiera intuido que el futuro ser humano no tendrá manos y, en lugar de trabajar, se inclinará a jugar.

Ya hemos sido retratados en múltiples películas de ciencia-ficción como homo ludens al extremo: de Tron a Ready Player One pasando por Wall-e.

Cada vez tendremos que diseñar con más componentes lúdicos para captar a los usuarios.

La percepción de lo temporalmente largo y lento sólo reconoce las cosas quietas. Todo lo que se apresura está condenado a desaparecer.

Atribuible a la importancia que tienen las cosas un par de días más tarde de ser publicadas en la red en la época del “ahora”.

El silencio es una forma intensa de atención.

En las relaciones humanas diríamos que sí (por lo menos quiero pensar que así es) pero, ¿podríamos aplicar esta frase a la relación entre usuario e interfaz?

¿Una interfaz minimalista y silenciosa transmite más respeto y hace sentir más protagonista al usuario?

Las cosas hacen que el tiempo sea tangible, mientras que los rituales lo hacen transitable.

Bucear en el stream de Instagram o Twitter se ha convertido en un ritual. Pasamos el tiempo haciendo swipe con la consciencia al mismo nivel que cuando echamos pasta de dientes en el cepillo.

El vacío y el silencio son hermanos. El silencio tampoco significa que no se oiga ningún sonido. Algunos sonidos pueden incluso acentuarlo.

Sobre esta idea vaga durante varios párrafos y, en una extraña pero tal vez lógica relación, me trae a la cabeza el concepto del ma presente en la cultura japonesa, de la Wikipedia:

“Though commonly used to refer to literal, visible negative space, ma may also refer to the perception of a space, gap or interval, without necessarily requiring a physical compositional element.”

Pero realmente lo que me hace pensar no es en juegos de tensión, relajación y distancia entre elementos, sino en que se siente más soledad ante un folio en blanco con un pequeño punto que ante uno completamente vacío.

Aunque ese pequeño punto también es una promesa de que en ese espacio pueden pasar multitud de cosas.

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