Plátanos y NFTs

Un plátano famoso que daría para un buen NFT.

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Esta reflexión se originó hace meses, en una conversación con algunos compañeros de Visual MS mientras comíamos en el Restaurante Vilarosa de Redondela y llevo masticándolo mentalmente desde aquella.

Me animé a plasmarlo en texto hace unos días, mientras leía en Twitter un hilo de @punk6529 que explicaba de forma muy sencilla y clara que es un NFT. Una lectura totalmente recomendada que, si no sabes lo que es, te la recomiendo antes de continuar: 1/ What is an NFT?

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Obviamente este post va de Non-Fungible Tokens que, de un tiempo a esta parte, me da la sensación de que se han convertido en una forma de monetizar el clutter digital: todos guardamos un batiburrillo de JPGs/PNGs/tweets/loquesea (datos en sus diferentes formas) de lo que nos gusta, pero no podemos decir que es “nuestro”.

Así que hay personas pagando por NFTs básicamente para poder decir “este JPG ha sido minteado y tiene el número 1234-5678-ABCD, por lo tanto es de mi propiedad”.

Lo típico: hay más de 1.000.000 de copias de esta obra circulando por internet, pero “ésta es mía”.

Voy a hacer una relación un poco absurda, pero el hecho de pagar por un NFT me recuerda a cuando Cattelan presentó su obra Comediante en la Art Basel de Miami. Es una obra claramente efímera pero quien lo compraba recibía un certificado de propiedad que le permitía replicarlo (copy/paste). Básicamente es lo que supone pagar por un NFT, el poder decir “esto es mío”.

Maurizio Cattelan, Comediante, 2019.

Sin embargo, los 120.000$ que se pagaron por el Comediante se transformaron en un escándalo mediático. Mientras que los 24,4 millones de dólares pagados por un set de 101 NFTs Bored Ape Yacht Club molan.

Uno de los Bored Ape Yacht Club que, con los precios que manejan, desayunan plátanos de Cattelan todas las mañanas.

Por otra parte algunos defensores de los NFTs argumentan que esta facilidad a la hora de crear copias y difundirlas es una forma de democratizar el arte y de que todo el mundo tenga acceso a él.

Que yo sepa los museos no son sitios místicos a los que sólo se puede entrar tras firmar un pacto firmado con sangre de virgen y dar un santo y seña transmitido por miembros de una sociedad templaria secreta.

Muchos de los principales museos del mundo (por ejemplo el Prado o el Louvre) también se dedican a digitalizar y difundir ya no sólo copias de sus obras en JPG, si no que, además, proporcionan información sobre ellas, su autor y se dedican a la conservación de obras con cientos de años de antigüedad. Hacen una labor pedagógica, histórica y social que tiene más fondo que poner otra copia más de un JPG en Instagram.

Diego Velázquez, El triunfo de Baco, (1628-29).

Para mostrar un Velázquez al público hace falta mimar y cuidar el lienzo durante cientos de años, no llega con una Raspberry Pi enchufada a la corriente.

Resumiendo, la democratización de la cultura no es algo exclusivo del blockchain. Y tampoco creo que sea una revolución el que alguien pague por poder decir “esto es mío”.

Además y aquí hay un tema peliaguado: que algo se democratice no tiene porque ser algo positivo: ¿de qué nos sirve hacer difusión de cientos de miles de obras mediocres?

Y ojo, que Photoshop lo va a poner fácil.

Como contrapunto los museos hacen una labor de selección, realizada por expertos que, con el conocimiento adecuado, forjan criterios de lo que es arte y valoran las cualidades de una obra de manera objetiva y contextualizada.

¿Se convertirá el arte online en un Operación Triunfo cuyo ganador dependa de los caprichos de los compradores de NFTs?

Por otra parte he leído cosas del tipo “Los NFTs revolucionarán el mundo del arte online”. No creo que el poder decir “este JPG es de mi propiedad” vaya a revolucionar el arte online. Más bien creo que lo que conseguirá será que mucha gente gaste mucho dinero en datos (porque son información pura, no objetos) y otros se enriquezcan a base de especular.

Mientras tanto creo que lo que revolucionaría el arte online sería aumentar el interés de los usuarios por la cultura y educarlos para que forjen un criterio propio con el que entenderla y valorarla.

Salvo excepciones en las que un NFT viene respaldado por una obra o artista consolidado, adquirirlos me recuerda más a comprar cromos o cartas que a invertir en arte. Aunque igual no es tan mala idea viendo los precios que se manejan en Magic.

Un Black Lotus, medio millón de dólares aproximadamente.

Como todas las tecnologías, los NFTs no son ni buenos ni malos para el arte, todo depende de como evolucionen y el uso que se les de.

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Tenía muy claro el apunto de la obra de Cattelan desde hace mucho y, leyendo ahora sobre la obra acabo de descubrir en la Wikipedia que CryptoGraffit, un artista de criptomonedas, creó The Commodity: ”que instruyó a los coleccionistas a encontrar y reclamar un plátano con una dirección clave de bitcoin grabada”.

No deja de ser muy diferente de encontrar un JPG tokenizado entre sus múltiples copias.

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